Hoy nos has convocado al zarpe a todos quienes compartiste tu vida, a tu última singladura rumbo a la felicidad eterna.
Nuestra fraterna amistad, junto a Armandeque, nació hace 46 años, en 1968, cuando éramos unos adolescentes y cursábamos primer año de Enseñanza Media en el colegio Seminario San Rafael, de Valparaíso, tú internado y nosotros medios pupilos.
Al año siguiente ingresamos 5 seudos seminaristas del mismo curso a la Escuela Naval. En ese entonces nadie podía prever nuestro futuro, pero por las circunstancias políticas de entonces había mucha presencia de medios aeronavales que se posaban en el Patio del Buque de nuestra alma mater, y nosotros, entre sueños y bromas, nos veíamos reflejados en aquellos pilotos que usaban sendas mostachadas y los clásicos lentes RayBan. Sin embargo, tu destino estaba trazado para acompañarnos sólo hasta cuarto año en la Escuela Naval e ingresar a cursar ingeniería civil industrial a la Universidad Católica de Santiago.
No recuerdo la razón por la cual te bautizaron como “el mula”, pero en una ocasión afloró la más característica de ella. En ese entonces, yo un joven subteniente y mi único medio de transporte, la moto, la que atraía mucho tu atención. En circunstancias que conversaba en las afueras de tu edificio de departamentos de Viña del Mar, con unos amigos de mis padres, de reojo observé que ya te habías instalado arriba de la moto, ante lo cual te contaminé a bajarte porque no sabías conducirla, pero “la mula” apareció en gloria y majestad porque, en un abrir y cerrar de ojos, la echaste a andar y terminaste incrustado en un vehículo estacionado en el lugar, gracias a Dios con heridas menores.
Queridas Ximenita y María Ignacia, delante de tu padre debo confesarles hoy que yo fui el responsable de que sus padres se conocieran y que fruto del amor de entonces nacieron Uds., de quienes se sentía muy orgulloso y que a pesar de su lejanía las tenía en su corazón.
Queridos Sebastián y Agustín, ustedes eran sus ojos, a quienes les dio todo lo que tenía, y a veces incluso lo que no tenía, para que tuvieran la mejor formación y educación para que llegaran a ser destacados profesionales, que era su sueño. Por favor traten de cumplir con su deseo.
Francisco y Vero, quiero agradecerles hoy, una vez más, cuando me cobijaron en su hogar, en momentos de mucho dolor personal, y que gracias al apoyo de ustedes, entre otros, pude recuperar la felicidad y formar una nueva familia.
Tus logros profesionales fueron de excelencia: Desde muy joven a Embotelladora Andina, en Santiago, que gracias a tus méritos te valió tu traslado a Coca-Cola Export en Río de Janeiro. Posteriormente, una larga estada en Coca-Cola USA, en Atlanta, para regresar a Chile ingresando al holding de Compañía de Fósforos y Viña Tarapacá ex Zavala, donde ocupaste diversos cargos de alta responsabilidad y desarrollo.
Pero, sin duda, el mar fue el que te trajo de vuelta a Viña del Mar, a trabajar junto a nuestro gran amigo de toda la vida, Armando Johanessen, con quien formábamos un grupo de inquebrantable amistad que nos permitía, en nuestras tertulias, volver a ser niños en cuerpo y alma, rememorando permanentemente nuestras vivencias desde el colegio y la Escuela Naval hasta nuestros días.
Francisco, en una de nuestras tertulias en la Roca Oceánica, como le llamabas a tu departamento de Higuerillas, hicimos un compromiso para con quien nos dejara primero. Nunca pensé que serías tú, el sub-sesenta del grupo, el elegido, pero debido a este injusto calvario de dolor y prolongado sufrimiento con esta desgraciada enfermedad, no te aseguro que pueda cumplir dicho compromiso, pero me comprometo, para cuando retomemos las tertulias junto a un buen mosto, del cual eras un gran conocedor, alzaremos las copas para que te incorpores a los inolvidables recuerdos, que continuaremos hasta cuando nos encontremos y recibas en el Reino de Dios.
Quisiera, como último reconocimiento a tu vida terrenal, que junto con ser un gran ingeniero, en la soledad de tu vida te encontraste con tus capacidades ocultas, la pintura y la escritura. Una de tus pinturas la guardo como tesoro, que heredará tu ahijado Cristóbal. Sin embargo, tu legado de escritor espero llegue a tus hijos y conozcan la real dimensión del padre que tuvieron.
Compadre, tienes el privilegio de volver a encontrarte con tu madre que perdiste siendo muy joven y con tu padre que nos dejara hace pocos años. Que Dios te bendiga y te reciba en su Santo Reino.
Francisco, compadre, descansa en paz.
EDUARDO BUZETA A.
Viña del Mar, abril 7 de 2014.-