Preliminares.
EL 13 de agosto de 1974 los Superiores de la Fuerza de Submarinos le comunicaron al Comandante del Submarino “Simpson”, Capitán de Fragata Carlos Toledo La Maza, que la compañía japonesa Karuki Kadokawa Inc., había firmado un contrato con la Armada para el arrendamiento del AP PARDO y del Submarino “Simpson” para una producción en la Antártida de la película “Virus”. El contrato estipulaba como fecha de locación entre los días 9 y 16 de diciembre de 1979.
El único antecedente histórico de un viaje en submarino a la Antártida era el del Submarino Sennet (SS 408), gemelo de nuestros Simpson y Thompson, en 1947, formando parte de la gran Operación “High Jump”, bajo el comando del Almirante Richard Byrd, el que permaneció inmovilizado durante toda su estadía en el Sexto Continente.
El “Simpson”, era un Submarino Norteamericano USS SPOT, clase “GUPPY”, lanzado al mar el 19/05/44.
La desafortunada experiencia histórica se sumaba a las serias recomendaciones de las cartas náuticas y de los tripulantes de las flotas antárticas.
La recomendación más destacada era que no se debía operar en el hielo con buques de dos hélices, dado que al avanzar, lo único que las protege es la forma del casco, y en caso de no poder separase del hielo, las proyecciones del mismo bajo el agua alcanzan las palas del timón. Otro problema serio en zonas extremadamente frías, es la excesiva condensación interior que provoca cortos circuitos en los equipos electrónicos.
Las precauciones más importantes que tuvieron que ponerse en prácticas para este cruce polar, fueron: El equipamiento antártico, grasa especial para mecanismos anticongelantes, adecuada alimentación antártica, ropa antártica, cinturones de seguridad y cabos para la trinca de material, tablas para agujerar el hielo, sopletes para calentar válvulas o tuberías congeladas, vigilar los efectos de bajas temperaturas en el electrolito de las baterías, lubricantes y maquinarias, y uso de cartas norteamericanas e inglesas con sus correspondientes itinerarios.
El viaje.
El encuentro con el Pardo, ocurrió en Punta Arenas el 24 de noviembre de 1979. El Pardo sería el buque de apoyo de esta expedición, transportando además 28 pasajeros del equipo de filmación, todos ellos destacados especialistas y técnicos japoneses, como el director de cine, Kinji Fukasaku , que dirigió el famoso filme “Tora, Tora, Tora” que trata del ataque japonés a Pearl Harbour.
Ya teniendo grabado gran parte del filme “Virus” en Alaska y en los estudios de Hollywood, sólo faltaba filmar las espectaculares vista del submarino nuclear británico Nereus, interpretado por el Simpson, en algunos de los imponentes escenarios australes.
Los artistas viajaban en el Lindbland Explorer, contratado para la ocasión junto con un equipo de treinta turistas que pagaron un alto precio cada uno para acompañar al equipo en su faena. Algunas estrellas estaban relacionadas con el submarino, el Comandante era el actor Chuck Connors , conocido por su participación en “El hombre del Rifle”, siendo la principal actriz, la protagonista de “Romeo y Julieta”, Olivia Hussey.
El encuentro con el Lindbland Explorer estaba previsto para el 9 de diciembre en la Base Palmer (USA).
Después de una primera reunión de trabajo en tierra, se embarco en el Pardo, una gran cantidad de equipos y elementos de filmación.
El Simpson se hizo a la mar en el amanecer del día 4 de diciembre de 1979, efectuándose las primeras imágenes en inmersión a 200 yardas del Pardo en el Estrecho de Magallanes.
El 5 de diciembre, a las 1650 horas se inició el pasaje del Drake y en vista de las excelentes condiciones de viento, el Simpson salió por la bahía Cook a máxima velocidad en superficie, dejando atrás al Pardo, con el compromiso de reunirse en bahía Chile, en las islas Shetland.
Durante la inmersión del día 6, con mar sereno y sin viento, se constató que las válvulas de aire de alta presión estaban a punto de congelarse. La temperatura del agua de mar era de 0º C.
En la latitud 60º20' S, se avistaron los primeros icebergs tabulares, que causaron natural excitación en la tripulación, que se ambientaba así al nuevo escenario.
En condiciones regulares de viento y mar, con tiempo nublado y fragmentos de nieve y granizo, el Simpson se adentró en bahía Chile a través del estrecho Nelson, fondeando a las 2300 horas del día 6, luego de una travesía de 35 horas por el Drake, tiempo que puede ser considerado un record.
El maravilloso espectáculo de la bahía Chile, completamente nevada, en el comienzo del deshielo, era sorprendente. Al parar las máquinas después del fondeo, el silencio ambiental fue quebrado por la tremenda fuerza del viento, ante el increíble espectáculo de glaciares, icebergs y montes nevados.
La bienvenida de la Base Prat no se hizo esperar. Se desembarcó al día siguiente, día 7, para visitar la Base Chilena. Se profundizó la nieve, el grupo de desembarco tuvo una acogedora recepción de la tripulación antártica, que los invitó a conocer su agradable y confortable refugio, compartiendo un excelente almuerzo, compuesto de recuerdos nostálgicos de la familia y de la Marina, y de los relatos de sus vivencias en ese desconocido mundo antártico.
El mismo día 7, a las 1620 horas, el Pardo fondeó, comenzando inmediatamente los trabajos de filmación. Las jornadas se sucedían agotadoras, con tiempo variable y nublado. Convertido en un submarino inglés que enarbolaba la bandera azul de la Confederación Antártica (ficción de la trama), la tripulación, incluyendo al Comandante vestía uniforme de la Marina Real.
En consideración a la relativa facilidad con que podían evitarse los icebergs, el Comandante decidió continuar aún más hacia el sur en busca de un escenario más dramático, con viento del NE, intensidad de 25 nudos, en el día 8, se inició la navegación de los estrechos Bransfield y Gerlache, efectuándose una inmersión para filmación al sur de la isla Poisson. Emergió a superficie, navegando en dirección a la Base Palmer, con vientos frescos de SE.
A 4 millas de esta base, el Pardo paró sus motores e informó que comenzaría a romper el campo de hielo, que se avistaba en la proa, cubriendo todo el horizonte. La decisión era difícil y debía tomarse prontamente ya que el viento reinante cerraba rápidamente las capas de hielo atrás del Pardo. De esta manera a 400 yardas, a un tercio de velocidad, se maniobraba con dificultad para mantener la formación.
Durante tres horas el submarino siguió al Pardo, quebrando leves capas de hielo, manteniendo en forma rigurosa el rumbo que indicaba la carta americana para entrar en la Base Palmer.
A las 0230 horas del 9 de diciembre se entró en la pequeña bahía, y el Pardo atracó en el minúsculo muelle rodeado de bancos de arena, teniendo al Simpson atracado a babor.
Los científicos de la Base felicitaron a los marineros chilenos, sorprendiéndose por la presencia de los submarinistas.
Por la mañana, ocurrió el usual servicio religioso para agradecer a Dios por las buenas condiciones que habían acompañado al barco hasta ese momento.
A las 0700 horas del día 10, los comandantes volaron en helicóptero para verificar la extensión del campo de hielo. EL área blanca se extendía desde Bismark hasta el sur, tornándose impracticable la navegación, en un cuadro poco alentador. Por 7 millas al SE del fondeadero se extendía una blanca sábana, con icebergs de tamaño medio, haciéndose difícil la maniobra o suspender.
Ante el temor de que el hielo se consolidará, considerando la temperatura ambiente y un viento moderado pero muy frío del NE, el Comandante del Simpson decidió suspender.
A las 0940 horas, entró en una primera rendija en el campo de hielo, siguiendo dificultosamente al Pardo a 400 yardas.
Una pequeña abertura de agua libre permitió aproar el rumbo para penetrar la segunda rendija de hielo, la que se cruzó con el máximo sigilo, listos a parar máquinas cada vez que la borda de hielo de la abertura se aproximaba a sus defensas. La navegación se tornó cada vez más difícil y ante el mayor roce con el hielo, se perdía velocidad dificultando el gobierno.
El Pardo también luchaba contra las misma dificultades avanzando penosamente.
En un momento dado, el Pardo comenzó a remolcar al Simpson con fuerte viento del NE. manteniendo firmes las amarras en proa, y retirando al personal de cubierta, el submarino comenzó a avanzar, a pesar de las dificultades que presentaban los bloques de hielo y el viento. Después de una hora de avance y ya recuperada la proa, se largó el cabo de remolque y el Pardo se apartó con su característico cabeceo. Pocos minutos después, el submarino paró completamente. La capa de hielo se había consolidado.
El pardo había logrado salir a aguas limpias, parando luego sus máquinas a la espera del Simpson.
Teniendo en cuenta que el tiempo pasaba y que el Pardo no llegaba en su auxilio, el Comandante decidió hacer nuevos esfuerzos para liberarse del hielo, largando aire por los costados, mientras ordenaba toda fuerza adelante a los motores. El submarino se balanceó y luego comenzó a avanzar lentamente, en tanto la proa se elevaba montando en el hielo. Gradualmente la velocidad aumentó hasta que el hielo de la proa se partió.
En esa noche ambos buques fondearon en la bahía South, profunda y de vientos fuertes, y debido a las duras circunstancias vividas, el comandante procedió a enviar buzos para revisar el casco y las hélices.
La información de los buzos era positiva; el casco, la roda y los tanques de lastres estaban impecables, presentaban un color rojo intenso y estaban tan limpios como recién salido de dique.
Las defensas de las hélices, aletas colocadas en la altura de la línea de agua, estaban peladas por arriba y pintadas por abajo, demostrando que cada vez que el hielo alcanzó la popa, se montó en la defensa y nunca pasó por debajo de ella.
Mientras se esperaba la llegada a la bahía del buque de turismo Lindblad Explorer, a bordo del Pardo, era celebrado una alegre reunión de compañeros. Con bellos discursos y alegres canciones marineras que acompañó al admirado grupo japonés, la reunión terminó en una amable noche a bordo del Lindblad Explorer, cuyo capitán nos recibió con música chilena y un discurso de bienvenida.
El día 11 amaneció radiante con un lindo cielo azul; los comandantes del Pardo y del Simpson aprovecharon para hacer un vuelo de exploración en un helicóptero naval. Sobrevolaron el canal Peltier, el estrecho Gerlache y la bahía Paraíso. Al sobrevolar la base Argentina Almirante Brown, le hicieron señales para que aterrizaran; los marineros Chilenos recibieron amable acogida de los científicos allí destacados. Luego de una breve permanencia, los comandantes continuaron vuelo hasta la base Chilena González Videla, para luego volver a bahía South.
En ese día y en el siguiente, el submarino salía y regresaba con el actor Chuck Connors en el puente, haciendo el papel de Comandante, en cuanto el verdadero Comandante, vestido de oficial inglés, hacía las veces de oficial de servicio.
El 13 de diciembre de 1979 se efectuó la inmersión más austral del mundo de un submarino convencional . De hecho, el submarino Simpson obtuvo este destacado record mundial al sur del estrecho de Gerlache, a los 65º22' W. El helicóptero del Pardo posó en la cubierta del submarino, trayendo a bordo, como invitado del Comandante al Señor Shackleton, naturalista y guía científico de los cruceros Lindblad, que lo acompañó en la ceremonia.
En un simple cocktail, se entregó al Señor Shackleton el diploma de submarinista honorario, que tradicionalmente se entrega a quien navega en un submarino chileno, certificando la posición de la inmersión en la que ella había sido realizada en territorio antártico chileno, gesto que conmovió al distinguido visitante, que agradeció con sentidas palabras, agregando amablemente, que la inmersión había sido realizada en territorio antártico británico, lo que fue tema de humorísticos comentarios sobre la diferencia entre las superficies y las profundidades del mar, espacio este último de indiscutible dominio de la bandera nacional.
A partir de ese momento, el aterrizaje en la cubierta del Simpson se convirtió en una rutina para los excelentes pilotos navales, Tenientes Mondaca y Lira, trayendo y llevando cinegrafistas invitados.
En la tarde del día 13, se navegó por el Gerlache entre grandes icebergs. Al anochecer, el Simpson se sumergió para la filmación en una área de 2 millas, haciendo una espectacular salida a superficie, que es una de escenas más impresionante de la película.
En el día 14, con mal tiempo y tempestad de nieve, el Simpson se dirigió a 10 millas de Montravel, donde el Pardo debía abastecer el faro.
A las 0109 horas del día 15, el submarino fondeó en la bahía de Fildes, en frente a la base Rusa de Bellingshause; debido al fuerte viento se cambió de fondeadero para punta Potter, distante a 6 millas. El Pardo y el Lindblad Explorer, también se dirigieron a Potter.
A las 0230 horas el Simpson atracó a contrabordo del Pardo para efectuar la maniobra de transbordo de los pasajeros al Lindblad Explorer. La filmación había concluido.
A las 0800 horas, el Simpson suspendeu, pasando gallardamente frente al Lindblad Explorer, dando tres pitadas conforme a la tradición. La misión había finalizado.
El Regreso.
Al aproar la bahía Nelson, iniciando así el regreso, el Simpson colocó los cuatro motores de propulsión, en el momento en que el Pardo enviaba un mensaje que declaraba terminada la comisión. Mientras tanto la aventura no había terminado. El 18 de diciembre de 1979, a las 0135 horas, navegando ya en la región de los canales del Estrecho de Magallanes, a través de punta Bates, el buque nacional Copérnico, informaba que estaba a la deriva, y solicitaba remolque. El submarino Simpson atendió al llamado de auxilio y en hábil maniobra consiguió remolcar al buque, apartándolo del peligro.
A las 0949 horas, entregaba el remolque al Galileo, buque de la misma compañía. Finalmente, ya sin mayores novedades, el submarino Simpson llegó a Valparaíso el 22 de diciembre de 1979, terminando con éxito su viaje a la Antártida, obteniendo para la Armada el destacado record histórico de haber sido el primer submarino de propulsión convencional en el mundo que navegó hasta la Antártida y que volvió por sus propios medios.
Epílogo .
En sus memorias de viaje, el comandante escribió lo siguiente: “Al salir de Nelson, con proa a las negras agua del Drake, con sincera fatiga, resolví dar una última ojeada para la Antártida Chilena, pedazo helado de patria y con dificultad tuve que avalar la realidad de la partida. Había llegado la hora de la despedida. Diez días había durado esta arriesgada aventura de paz, y el que en principio me pareció tan arduo, deseando al comienzo que fuera breve, lamentaba ahora que hubiera terminado.
Es que la aventura intrépida de poder desafiar la naturaleza, es lo único que en este mundo moderno nos aproxima de lo ideal escondido de sentirnos reyes de la creación.
Desafiar el hielo, es la más peligrosa aventura del navegante. Sin titubear, habíamos emprendido un viaje y por ello me sentía legítimamente satisfecho.
La experiencia Antártica había reafirmado los valores de la amistad. En este panorama de soledad y peligrosa belleza, el hombre tiende a buscar la compañía de sus pares, pues por más que exista la soledad externa existe la soledad interior. Para no perder el único refugio humano, se torna mejor, más limpio, más comprensivo, más hombre. Los problemas son olvidados y las distancias humanas y geográficas se acortan, no existe el tiempo y solamente se desea compartir la lucha y la alegría. El Señor Shacketon me confió que los grupos en el Lindblad se unían cuando las rutas eran malas y se aislaban cuando hacía buen tiempo.
Durante 10 días, el heterogéneo grupo formado por las tripulaciones de los tres buques y dos helicópteros, se hizo mucho mejor de lo que era antes. Por eso, al vernos obligados a separarnos al final del viaje, sentimos el alejamiento.
Después de esa experiencia, al suspender, dejar los amigos en un territorio que se amaba como propio, y en la mejor expresión de la palabra, envidiar a los que permanecían.
Al considerar los momentos vividos, y analizar la locura blanca que se apoderó de nuestra tripulación, robándonos el descanso en interminables vigilias, recuerdo el poema que Sir Ernest Shcacketon escribiera en agosto de 1916 en el álbum de María Menéndez, y que una vez me mostraba Dn. Enrique Campos en es ese fantástico jardín de “Los Roblecitos”, oculto frente al estrecho:
“Somos los locos que no encontramos reposo en el mundo opaco que atrás dejamos y henchidos de pasión austral, bebemos de sus vientos con extraño frenesí.
El cómodo mundo de gente sensata, se desvanece sin pena de nuestros ojos y así, a través de desconocidos mares, avanzamos intrépidos atrás de nuestra empresa”.
El poema que Shackleton copió en el álbum de María Menéndez es parte del libro “Ship of Fools”, del poeta inglés St. John Lucas.
En la noche que dejamos el continente por bahía Cook, reuní a mis oficiales en la pequeña Plaza de Armas, y comprobé que en los rostros de todos, no se apagó la expresión, mezcla de admiración y desafío y comprendí que la experiencia sería parte de su vocación y herencia naval.
Una gran sensación de bienestar me inundó el alma, entonces recordé que dormir también era necesario”
AUTOR: VICEALMIRANTE (R) CARLOS TOLEDO LA MAZA
FUENTE: Revista O PERISCOPIO – AÑO 2000 – N° 54 (BRASIL)