06 agosto 2018

200 años de la Escuela Naval

CEREMONIA DE 200 AÑOS DE ESCUELA NAVAL
CELEBRACION DEL BICENTENARIO DE LA ESCUELA NAVAL

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Hace cincuenta años, y durante la celebración del sesquicentenario de la Escuela Naval, en ese 4 de Agosto de 1968, yo era uno más de los tantos cadetes que formábamos en el patio del buque. Para nosotros, los motes de entonces, todo eso era nuevo y en ese instante, yo creo que no comprendíamos a cabalidad, todo lo que vendría más adelante en nuestras vidas.

En este edificio, casi recién inaugurado, con todas sus instalaciones nuevas, pero también con algunas cosas faltantes, nos fuimos llenando de vivencias, situaciones y también de momentos imborrables, que sin siquiera soñarlo, se mantendrían por siempre grabados en nuestras memorias, como se logra la forja de un rico metal, que necesita de un buen fuego y una mejor fragua para que todos los golpes que proporciona el martillo que endurece, haga que todo eso se mantenga durante el tiempo por caminar y se impregne en lo más recóndito de cada una de esas almas juveniles, como a todos nos ocurrió.

Hoy tuve la suerte de regresar al Alma Mater y por esas extrañas situaciones que nos brinda la vida. Por eso pude estar presente durante la celebración del Bicentenario de la Escuela Naval. Ahí pude recordar que solamente han pasado cincuenta años de vivir una situación de la otra. Algunos podrán decir que es una tremenda cantidad de años los transcurridos, otros, como yo, al volver a nuestro inolvidable Patio del Buque, ahora con algunas modificaciones necesarias, y a presenciar esta nueva ceremonia, sentí que nada era nuevo. Quizás las marchas que retumbaban en él, algunos  toques de los cajas o de los cornetas, pero todo lo otro, es parte de lo mismo que los viejos cadetes aprendimos alguna vez, lo mismo que nosotros  vivimos, y lo mismo que siempre volvemos a recordar en cada una de nuestras tertulias y reuniones de camaradería, donde brota espontáneamente el recuerdo de esas actividades juveniles que nos marcaban a todos y a cada uno.

Fue, sin duda, una muy linda ceremonia  enmarcada dentro de la formalidad a la que estamos acostumbrados. Hubo momento para todo, para rendir honores a las autoridades que nos acompañaron, para agradecer y pedir la divina protección por todo lo logrado en el tiempo, y también, en un emotivo momento, para traer al presente la memoria de todos aquellos  que ya no están entre nosotros, aquellos que partieron dejando el recuerdo y el sello de haber caído cumpliendo con su deber, como aquí lo aprendieron. Hermosas palabras del Director, que en una buena síntesis, nos recordó a los presentes el camino recorrido desde el momento de la partida misma. También para que nuestro estandarte recibiera  la medalla por sus doscientos años, que como se destacó, pocas instituciones del país, han permanecido durante tanto tiempo. Finalmente y antes del desfile, hay que destacar las palabras del Presidente de la República, quién reconoció la labor brindada por esta gran institución al país, no solamente en los tiempos de guerra, sino también en tiempos de paz o cuando se ha requerido por situaciones de apoyo ante catástrofes.

Todo esto, que puede parecer tan simple para quien nunca lo ha vivido, es de un gran sentido interior, pues hasta al escuchar y tratar de cantar el mil veces repetido Himno de la Escuela, algo pasa con la visión de muchos viejos cadetes presentes, pues esta rápidamente se nubla, y sin saber porque, hasta la voz resulta entrecortada.

En medio de tanta algarabía y marchas, y un poco antes de acercarnos hasta el lugar donde sería la inauguración del merecido monumento de nuestro máximo héroe, don Arturo Prat, sentí la presencia de tantos miles de cadetes que han pasado por las diferentes aulas formadoras del destino naval que existieron en el pasado.  Pude ver que muchos de ellos siguieron la carrera naval y a otros que partieron buscando un rumbo diferente, pero sin olvidar nunca su paso por esos diferentes lugares de formación. Sé que no es fácil encontrar un cadete naval,  que haya olvidado su paso por este lugar. Al imaginármelos en su actual dimensión, veía en quienes pude visualizar, que no importaba el nombre del lugar donde ellos se formaron, el objetivo que todas esas generaciones persiguieron en su momento, es y ha sido el mismo de siempre. Hacer grande nuestra patria y nuestra institución, lo que sin duda se ha logrado.

La bulla de esos viejos cadetes, que fueron testigos de la misma ceremonia que hoy celebrábamos, son los mismos de siempre y ellos continúan con la forma propia y natural de los cadetes de todos los tiempos. Esto se ha mantenido sin nadie proponérselo. Esté donde esté la Escuela Naval, siempre correrá por sus pasillos el bullicio natural de los cadetes de todos los tiempos, de los que están ahora y también de aquellos que ya partieron, retumbando como siempre en las cubiertas de algunos buques, o en los pasillos y corredores de cada lugar que los cobijó.

Ellos nos legaron toda la tradición que se ha vivido siempre al ser cadete naval, y la Escuela Naval de ahora y de siempre, será la encargada de seguir formando los futuros Oficiales que harán grande nuestra institución y uno de los pilares de apoyo con que siempre contará nuestro país.

Gracias por lo que me ha tocado vivir.

Así lo viví yo y ojala pueda ir a la celebración de los 250 años.

Antonio Bate