24 noviembre 2013

El Tren de la vida

El Tren de la Vida  (Aporte de Arturo Fuenzalida)

En un viaje en ferrocarril, a lo largo del trayecto, pueden suceder una gran diversidad de situaciones.
Nuestra existencia terrenal puede ser comparada con uno de esos viajes, pero más o menos largo.

Primero, porque está llena de embarques y desembarques, algunos accidentes, sorpresas agradables en algunos embarques, y grandes tristezas en algunas partidas.

Cuando nacemos, entramos en el tren y nos encontramos con personas que deseamos que sigan siempre con nosotros:

Infelizmente, eso no va a suceder: en alguna estación ellos descenderán y nos dejarán huérfanos de sus cariños, amistad y compañía insustituibles.

Más durante el viaje, otras personas especiales embarcarán y seguirán viaje con nosotros: nuestros hermanos, amigos, amores

El viaje no es igual para todos. Algunos hacen un paseo, otros sólo ven tristezas, y otros todavía circulan por el convoy, prontos para ayudar a quien lo precise.

Muchos descienden y dejan nostalgias eternas... Otros pasan de una forma que, cuando desocupan su asiento, nadie se da

Curioso es constatar que algunos pasajeros que nos son queridos, se acomodan en vagones distantes del nuestro, lo cual no impide, está claro, que durante el recorrido nos aproximemos a ellos y los abracemos, aunque jamás podamos seguir juntos, porque habrá alguien a su lado ocupando aquel lugar.

Mas eso no importa, pues el viaje está lleno de atropellos, sueños, fantasías, esperas, despedidas.

Lo importante, es que hagamos nuestro viaje de la mejor manera posible, buscando relacionarnos bien con los demás pasajeros, viendo en cada uno de ellos lo mejor que tienen.

Debemos acordarnos siempre que, en algún momento del trayecto, ellos podrán flaquear y precisaremos entenderlos, pues nosotros también flaquearemos muchas veces y necesitaremos que haya alguien que nos entienda.

La gran diferencia, al final es que en el viaje de la vida, nunca sabemos en qué estación tendremos que descender, y mucho menos en qué estación descenderán nuestros seres queridos, ni aún aquél que está sentado a nuestro lado.

Es posible que, cuando tengamos que desembarcar, la añoranza nos venga a hacer compañía.
Porque no es fácil separarnos de los amigos, ni dejar que los hijos sigan viaje solos.

Mientras tanto, en algún lugar, hay una estación principal para donde todos vamos, allá nos reencontramos todos.

Y cuando llegue esa hora, tendremos grandes emociones al poder abrazar a nuestros amores y matar la añoranza que nos hizo compañía por tan largo tiempo...

Que nuestro breve viaje sea una gran oportunidad de aprender y enseñar, entender y atender a aquéllos que viajan a nuestro lado, porque no fue el azar que los colocó allí.

Que aprendamos a amar y a servir, comprender y perdonar, pues no sabemos cuánto tiempo aún nos resta hasta la estación donde tendremos que dejar el convoy.

Si su viaje no transcurre exactamente como esperaba, déle una Observe el paisaje maravilloso con que Dios adornó todo el Busque una manera de dar utilidad a sus horas.

Preocúpese de aquéllos que aún siguen viaje a su lado.

Deje de lado las quejas y haga que su trayecto quede marcado con rastros de luz y felicidad.

Ah... y... muy buen viaje... al menos en lo que nos queda

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